La contundente victoria de Donald Trump nos obliga a anticipar las medidas que el nuevo presidente estadounidense y sus aliados desplegarán en un futuro muy cercano. Algunos de sus blancos más claros son el multilateralismo, los “enemigos desde dentro”, los migrantes caribeños-latinoamericanos y los esfuerzos por proteger los grandes equilibrios ecológicos.

Miles de kilómetros al sur, la COP16 de Biodiversidad, que concluyó hace unos días en Cali, suscitó expectativas diametralmente opuestas. El objetivo del Gobierno de Petro que la acogió era convertirla en una “COP de los Pueblos” y avanzar hacia la ” Paz con la Naturaleza “.

Como era de esperar, los países llamados “desarrollados” se negaron a contribuir a la financiación necesaria para detener las inmensas pérdidas de biodiversidad que documentan todos los estudios. Los pueblos indígenas, en cambio, siguieron adelante. Sus representantes consiguieron la creación de un órgano subsidiario asociado al acuerdo marco, consagrando su contribución decisiva a la preservación de la biodiversidad y de los grandes equilibrios ecológicos.

Estuvimos presentes en algunas de las discusiones preliminares entre los miembros de la Mesa Permanente de Concertación de Organizaciones Indígenas de Colombia (MPC) y el equipo dirigido por la ministra Susana Muhamad, luego en parte de las discusiones en Bogotá entre los miembros del Foro Internacional Indígena sobre Biodiversidad, el gobierno colombiano y el PNUMA, y finalmente en la conferencia de doce días en Cali.

Con el apoyo de los gobiernos colombiano y brasileño, así como de redes internacionales de la sociedad civil, las organizaciones indígenas consiguieron un espacio autónomo en la zona de negociación, lanzaron una nueva Coalición de Pueblos Amazónicos y pudieron defender la aportación de sus sistemas de pensamiento.

Principios sociopolíticos como el Principio de las Siete Generaciones de la Confederación Iroquesa en Norteamérica, el Sumak Kawsay de los Amaichas en Argentina, el Ubuntu de los Bantúes en África Oriental, el Whakapapa de los Maorís en Nueva Zelanda, o el sistema de gobernanza Siida de los Sami en el norte de Europa explican por qué los pueblos que los desarrollaron están a menudo a la vanguardia de la defensa de los bienes comunes medioambientales.

 

El contrapunto con la ideología carbo-fascista del bando de Trump es casi total. El sentido de relación y de mundo plural que tienen los supervivientes del imperialismo colonial es un remedio contra la fractura del mundo. Es a través del diálogo y la solidaridad con ellos como podemos hacer retroceder el abismo.

 

Guillaume Durin & Emiliana Rickenmann, BreakFree Suiza

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